Los valores y principios los recibimos como una siembra de amor desde nuestra familia de origen. Conforme crecemos germinan en nuestra vida y se van fortaleciendo con las enseñanzas que adquirimos en todos los ámbitos del desarrollo intelectual y espiritual.
También aprendemos que no sólo con palabras nos debemos conducir en la vida sino que también con obra.
De igual manera, no podemos ni debemos quedarnos callados ante los procesos perfectibles e incluso debemos denunciar de una forma amable y sin enfrentamientos a ese miembro del equipo que deja de hacer sus funciones y afecta al usuario externo e interno.
Somos nosotros quienes debemos impulsar ese cambio en los demás, con trabajo arduo que nos de la capacidad moral de protestar.