Un señor llega a la feria de un pueblo y ve a una monjita vendiendo un hermoso caballo. Interesado, pregunta a la religiosa:

-¡Qué bonito caballo hermana! ¿Por qué lo vende?

La monjita con mucha tristeza responde:

-Lo vendemos porque en este momento tenemos muchos problemas económicos en la congregación y estamos reuniendo recursos para sacar adelante nuestros gastos.

El hombre pregunta a la religiosa sobre las características del caballo, sus cualidades y acuerdan el precio de venta.

Hecha la transacción la monja le dice al nuevo propietario:

-Olvidaba decirle, que este caballo lo hemos educado de forma religiosa. Para que camine le decimos: DIOS TE SALVE; para que se detenga le decimos: SANTA MARÍA y para que corra a toda velocidad le decimos: GRACIAS A DIOS. Pero tenga cuidado de no pegarle o fustigarlo, pues el caballo se desbocará.

Dicho todo esto, el hombre se lleva su nuevo caballo y decide pasear por la montaña. Acostumbrado al manejo de caballos convencionales, empieza a pegar con el fuete al caballo, quién empieza a corres de forma desbocada. El hombre jalaba el freno y no se detenía el caballo. Desesperado, intentaba recordar cuál era la frase que la monja le dijo para detener al caballo, hasta que por fin la recuerda y grita:

-¡Santa María!

El caballo se detiene inmediatamente quedando a la orilla de un despeñadero.

El hombre sudando mira hacia abajo, ve la profundidad del despeñadero y con gesto de agradecimiento por salvarse grita a viva voz:

-¡Gracias a Dios!

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