Se encuentra una abuelita de edad avanzada, parada en el umbral de una casa, tratando de alcanzar el timbre que le quedaba bastante alto para su estatura.

Brincaba y no lo alcanzaba. Se ponía de puntillas y ni así podía tocar el timbre. Justo en ese momento, cruza un muchacho que observa las peripecias de la abuelita para tocar el timbre, así que ni tardo ni perezoso se acerca y le pregunta:

-Disculpa señora, ¿quiere usted tocar el timbre?

La abuelita le responde con voz triste:

-Así es hijito, pero por más que me estiro no lo alcanzo

El buen samaritano le responde:

-No se preocupe abuelita, en este momento lo hago por usted.

Y uniendo el acto al hecho, el joven toca varias veces el timbre. Después de hacerlo con el rostro iluminado por su buena acción le pregunta a la abuelita:

-¿Y ahora?

Respondiendo la veterana con voz pícara:

-Ahora ¡a correr, porque no sé de quién es esta casa!


RISOTERAPIA